Lenin: la política se juega en la coyuntura

A continuación, reproducimos íntegro un artículo de Eddy Sánchez en Mundo Obrero, ya que lo consideramos de interés como contexto previo a la charla-coloquio que impartirá como parte de las actividades de Ezker Kultur Gunea en Basauri.

Las contribuciones de Lenin hicieron que el alma del marxismo estuviese constituida por el “análisis concreto de la situación concreta”

La obra polifacética del revolucionario ruso nos muestra la excepcionalidad de una personalidad que sólo vivió cincuenta y cuatro años. La magnitud de su obra y los hechos que protagonizó requiere de un ingente y paciente trabajo que marcará todo el 2024.

En mi opinión, la principal herencia que nos deja Lenin a la izquierda contemporánea se concreta en la siguiente idea: la política se juega en la coyuntura. Si Marx nos legó la idea de que el comportamiento individual y colectivo está marcado por la posición del individuo en la sociedad (las condiciones materiales), Lenin desarrolla la herencia de Marx y la traduce en acción política concreta, desplegando un marxismo original y renovado guiado por un objetivo: saber captar en cada momento el problema central y actuar en consecuencia.

Si Gramsci es el teórico de la crisis, Mao el de la contradicciones principales y secundarias, Lenin es el maestro de la coyuntura, legado desde el que podemos extraer cinco lecciones para la izquierda de hoy.

Arranquemos las flores imaginarias

Lenin forma parte de una generación de militantes revolucionarios que dio por concluida la fase defensiva que caracterizó al movimiento obrero tras la derrota de la Comuna de Paris, defendiendo aquella dimensión del marxismo que había sido negada por la práctica de la socialdemocracia: la dimensión emancipadora de la subjetividad.

La Rusia del joven Lenin era la de un país en transición, que bajo forma autocrática (el Zarismo) impuso un proyecto de modernización capitalista que supuso la desintegración de la vieja comunidad campesina.

De manera brillante, Paco Fernández Buey escribe en su libro Conocer Lenin y su obra (reeditado por El Viejo Topo), cómo Lenin propone arrancar las flores imaginarias que los economistas y sociólogos populistas vieron en la vieja sociedad rusa, para centrarse en una clase trabajadora en transformación, de la cual extraer el “momento subjetivo” del nuevo pueblo ruso, el cual se atrevía en momentos de sobre-explotación, “a distinguir entre trabajo y vida”, tal y como hacen hoy los jóvenes trabajadores de las economía de plataforma, los riders, los paros en Amazon, las luchas por el derecho a la vivienda o la triunfante huelga de las trabajadoras de Zara.

Aprovechar el momento

Esto me permite afrontar el segundo aspecto novedoso del marxismo de Lenin, su dominio de la dialéctica, tal y como defendió siempre el recientemente fallecido Valeriano Bozal en su texto La dialéctica de Lenin.

Para Lenin la clave al afrontar un problema político es situar el análisis parcial en un contexto general, caracterizar los procesos sociales dentro de su totalidad. Para afrontar un análisis de la lucha política a escala nacional, es necesario “estudiar el estado de la lucha de clases a nivel internacional”. Lenin era un maestro del análisis teórico dirigido a la acción política, por medio del estudio de la fase concreta y de definir en cada momento cuál es el “problema principal a resolver”.

Si Marx nos aportaba en El capital, el concepto de “la contradicción principal”, Lenin aporta la de “aislar al enemigo principal”, que tanto desarrollaría Mao en la revolución china. Como señala Juan Trías, la clave de Lenin estaba en “saber captar en cada momento el problema central y actuar en consecuencia”, saber distinguir cuál es “la línea de acción principal en cada momento”.

Huir de los análisis abstractos

Las contribuciones de Lenin hicieron que el alma del marxismo estuviese constituida por el “análisis concreto de la situación concreta”. En su respuesta a los populistas, Lenin esgrime el principio de concreción en el análisis, haciendo uso de una categoría analítica central, la categoría de la formación económico social, instrumento analítico que permite dotar de concreción histórica a los procesos de la vida social y explicar su dinámica.

Si los análisis políticos y sociales burgueses centran sus análisis de la sociedad en general, Marx en El capital no desarrolla una filosofía de la historia en general, sino el análisis de una sola formación económica y social, la formación capitalista, centrando Lenin su análisis en una formación económica social concreta: la formación capitalista rusa.

Al estudiar el capitalismo ruso Lenin comprendió el carácter estratégico de la alianza con el campesinado, mientras que sus análisis sobre el imperialismo lo condujeron a situar en igualdad a los pueblos semicoloniales en relación con el proletariado europeo, aspectos que influyeron posteriormente en Gramsci y su concepción de bloque histórico o en Mao y su idea de clase rectora (proletariado) y clase motora (campesinado) de la revolución.

Para los comunistas de hoy, no basta con analizar el capitalismo, sino elaborar una teoría y acción política para el capitalismo específico que se da en España, en su inserción en la división del trabajo global y el rol de semiperiferia dentro de la UE La construcción de la hegemonía del nuevo asalariado requiere de la compresión de cómo nace y se desarrolla la sociedad española actual sobre la base de la estructura económica concreta, de la causalidad estructural específica de la sociedad que emerge de la crisis inmobiliaria de 2008-2015.

Ese rechazo de la generalidad dota al concepto de formación económico social de dos orientaciones prácticas: la formación económico social con relación a cómo se han configurado las diferentes modalidades de capitalismo en España y cómo se concretan hoy; y, la formación económica social como lugar de la política en transición en el contexto de crisis ecosocial de un país de hegemonía rentista bajo la forma de capitalismo inmobiliario financiero.

La forma partido de nuestro tiempo

El “momento subjetivo” con el que la nueva clase trabajadora rusa irrumpía, obligaba a un cambio de sujeto y a la asunción de una nueva vía revolucionaria. La forma partido constituía el nuevo sujeto que la revolución rusa demandaba; mientras, la nueva vía venía marcada por la idea de Lenin de que era necesario “terminar con la idea del asalto para reemplazarla por la del asedio”.

Durante el siglo XIX la vía insurreccional era la predominante, al menos hasta la Comuna de 1871; mientras, en el siglo XX, esa idea descansaba sobre la forma partido propuesta por Lenin, convirtiéndose hasta hoy en la condición para una estrategia revolucionaria.

Es dentro de la forma partido donde se han reorientado, y se orientan, las condiciones de clase y de acceso al poder. Y es aquí donde Lenin hace una aportación central, aportación que hace readaptando a las nuevas circunstancias las tesis de Marx y Engels del Manifiesto Comunista, en lo que respecta al carácter espontáneo de la acción de los comunistas dentro del proletariado moderno. Si para Marx “donde hay proletarios hay comunistas”, Lenin oponía “donde hay partido hay proletarios comunistas”, requiriendo los mecanismos de realización de las condiciones de la revolución de la forma partido. Entonces la pregunta sería ¿qué forma partido?

Si Lenin reelaboró la teoría marxista de la acción política, para los comunistas contemporáneos se impone la tarea de reelaborar la teoría leninista, en momento donde la forma partido predominante dentro de la izquierda es la forma de partido parlamentario. Así, frente a una pretendida cancelación histórica de la forma partido, es más pertinente centrarse en extraer de este mecanismo de captura que supone el parlamentarismo, a la acción política emancipadora de las clases subalternas de nuestros días.

Lenin opone a la forma partido parlamentario la ya mencionada dimensión emancipadora de la subjetividad, que conlleva la compresión de la acción política desde la vuelta a la clase: la forma partido del nuevo asalariado urbano de la España contemporánea.

Hacia un mundo no occidental

Para Zizek, Lenin constituye un “desplazamiento en la historia del marxismo”, momento en el que se da un “desplazamiento de la constelación original” del país más avanzado y de proletariado industrial como sujeto revolucionario (como Marx esperaba) a un país atrasado y que tenía como principal sujeto revolucionario –junto al proletariado- al campesinado pobre (como Lenin defendió).

La teoría del imperialismo, el papel central de los pueblos semicoloniales o la metáfora del eslabón débil, fueron fundamentales para la posterior cuestión meridional de Gramsci y el derecho de autodeterminación de los pueblos coloniales, como lo son ahora para toda praxis política en el contexto de la reconfiguración de la geopolítica mundial, que supone el fin de la hegemonía euroatlántica predominante en el sistema-mundo desde el siglo XVII.

La Revolución de 1917 no solo fue la primera revolución obrero campesina de la historia, sino que fue la primera revolución no occidental contemporánea, donde la III Internacional supuso un desplazamiento espacial de la revolución mundial desde el centro (Europa y EE. UU.) hacia la periferia (Rusia y posteriormente China y los pueblos coloniales), ejemplo que constituye un valioso precedente histórico para las necesidades políticas del comunismo español de nuestro tiempo: la construcción de un marxismo meridional europeo y el conocimiento de la teoría marxista que irrumpe (con fuerza) desde el Sur global.

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